martes, 16 de febrero de 2010




Una guitarra ilustrada
Manuel Lozano 'El Carbonero' es el protagonista por llevar más de treinta años como gran profesional de la guitarra

En las paredes siguen colgadas las mismas fotos de siempre. La diferencia estriba en que ahora poseen más solera por el paso del tiempo. Una de Pedro Bacán, otra de Agujetas arrastrado por el duende... Quizás se echa en falta una de Diego del Gastor, otro de los grandes. En un lateral, un cuadro flamante, al parecer pintado por Jologa, con la figura de Manuel Lozano El Carbonero, que está ahora tras la puerta de cristal concentrado con un chico que está asimilando lo que significa meter una falseta a destiempo.

Entre la entrada que da a la calle San Miguel y la puerta de cristal donde está El Carbonero, un tumulto de rasgueos desordenados. Mil picados fallidos que deslumbran desde un rincónl, y una entrada serena por malagueñas que se deja oír entre el estruendo guitarrístico formado por los alumnos.

La academia está sumergida en plena actividad. El Carbonero dice, con un gesto, que pase a su aula. Parece que hemos retrocedido veinte años y que Manolo, de nuevo, me va a poner una falseta por soleá. Ahora no, Manolo, ahora vengo porque quiero escribir algo sobre tu trayectoria como guitarrista. «La verdad es que no me gustaría que me encasillaras con lo de siempre, el profesor de guitarra flamenca -comenta El Carbonero- creo que entre clase y clase he hecho muchas más cosas y sigo haciéndolas», confiesa. Sí señor. Guitarrista de mil y un concurso de cante -ahora está inmerso en el afamado concurso de la petenera de Paterna- acompañante al cante de otros mil cantaores de todos los tipos y razas, concertista, ponente, autor de seminarios, muchos discos grabados acompañando al cante. En fin, una larga lista además de la faceta de profesor.

«Acabo de llegar de Alemania, he estado dando un seminario de guitarra, y pronto volveré a dar un concierto», comenta. El Carbonero no ha dejado de tener proyectos desde que en el año 1975 dejara a un lado la fábrica de cartones y se viniera a la academia del recordado Cristóbal El Jerezano. Comenta Manuel que «llegué a esto de la enseñanza casi de casualidad. Eran pequeños compromisos que salían y que había que afrontar. Yo me lo tomaba como una forma de no abandonar el instrumento porque estaba trabajando en la fábrica. Y ahora fíjate, cuantos años llevo con la academia abierta».

Casi no se acaba de creer lo de profesor de guitarra, aunque por supuesto que lo tiene ya asumido. «Al principio me sonaba a chino. No ve veía como profesor, me parecían palabras mayores -subraya-, pero no cabe duda de que el paso de los años y de los frutos que he podido aportar lo confirman y quizá ahora lo tenga más asumido». Ya sabemos que Manuel es un hombre de fácil palabra y de una capacidad casi innata de poder transmitir lo que quiere a otras personas. Quizá ahí radique el éxito de su gran trayectoria como profesor de guitarra flamenca, tan difícil y tan sacrificada por otra parte. El Carbonero ha sabido como pocos trasladar esos misterios a los miles de alumnos que han entrado por su academia.

«Yo no sé ya ni cuántas personas han pasado por aquí. De los cuatro continentes. La academia es mundialmente conocida y cuando muchos se acercan a Jerez para saborear lo que es el flamenco auténtico, no dudan en venir aquí para aprender las cuatro cosillas que les puedo ofrecer en dos semanas», afirma. «Debe de ser -continúa- la seriedad en mi trabajo la causa del éxito». Alemanes, holandeses, mexicanos, estadounidenses, neozelandeses, japoneses y hasta israelíes han pasado por las cuatro paredes de su academia. «Todos podemos llegar a tocar bien la guitarra. Yo he visto extranjeros que lo bordan. Otra cosa distinta es el toque especial de un sitio en concreto como es Jerez. Eso es más difícil de captar, pero no imposible. Lo que tienen que tener claro es que en una semana no pueden aprender lo que nosotros, siendo de aquí, hemos tenido que aprender en años y horas de práctica», afirma.

La academia sigue funcionando -el teléfono no para de sonar- y parece que va para largo. El Carbonero es incombustible y tiene cuerdas en sus guitarras para rato. Además, la saga continúa. «Mis hijos siguen con la guitarra. Eduardo está ahí, pero sobre todo Manuel está tocando maravillosamente y creo que, afortunadamente, tendremos en Jerez Carboneros para otros treinta años más», concluye El Carbonero.
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